El aceite de oliva es quizá uno de los aceites más comunes y sabrosos que existen, y que no pueden faltar en la alacena de tu casao la casa de la abuelita
Reportaje: Karla Díaz
Sus usos van desde un acompañante de una sana ensalada hasta un remedio ancestral para el empacho. Pero, ¿te has puesto a pensar en realidad en qué beneficia al cuerpo? Este aceite, sobre todo el extra virgen, posee grandes virtudes y gracias a ellas suele recomendarse su consumo de forma diaria. Una de sus más reconocidas características es que el aceite de oliva, al ser un alimento de origen vegetal, no contiene colesterol y destaca su increíble equilibrio en la proporción de ácidos grasos insaturados, por lo que ayuda a la reducción del mismo.
Entre algunos otros méritos del oro líquido se encuentra el control de la presión arterial, las enfermedades vasculares, su ayuda al tratamiento del cáncer de mamá debido al ácido oleico y su impresionante función antioxidante.
Por otra parte, el aceite de oliva es benéfico para los huesos, ya que aporta grandes cantidades de vitamina K que ayudan a incrementar la densidad ósea provocando su fortalecimiento y previene enfermedades como la osteoporosis.
El consumo de este aceite regula la producción de insulina pancreática, controla los niveles de glucosa y ayuda con el tratamiento en pacientes diagnosticados con diabetes o niveles de glucosa alta.
Ayuda a la asimilación de grasas, favoreciendo a la síntesis hepática de sales biliares y desciende la acidez gástrica, por lo que reduce el riesgo de la aparición de úlceras. Además, contiene grasas vegetales que son esenciales para el buen funcionamiento del organismo.
Además, de que la aportación de esta vitamina previene el Alzheimer y el desgaste de las neuronas del cerebro.
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