ABURRIRSE NO SIEMPRE ES UNA COSA MALA

Pareciera que es una de las epidemias de los papás con hijos chicos. Una aversión al tiempo en el que no se está entretenido. Una especie de horror vacui. En los niños estamos creando algo malo cuando no se puede estar en silencio. Para ellos es bueno que no todo el tiempo esté ocupado y dirigido. Cuando un niño sano se aburre, prende su imaginación. Y eso es bueno.

Claro, los períodos de concentración de nuestros niños son breves. Muchas veces no más de 5 minutos. Algunos menos. Y es importante, en clase, por ejemplo, preparar el suministro de información en «flashes» o períodos cortos, y paulatinamente incrementar la cantidad necesaria de tiempo de concentración. Como los músculos: cuanto más les exijas, más crecen.

En muchas casas hay una saturación de entretenimiento que deja poco tiempo a la creatividad. Me refiero al tiempo en el que no tengo nada que hacer. Como niño. Es decir, el tiempo en el que ya ha terminado la tarea, la clase de violín y el fútbol, más la clase de natación y el tiempo en el que va en el coche, acompañando a su madre de un lado a otro —ocupado a veces por películas o juguetes_.

Después de ver YouTube y jugar Xbox y de usar el iPad un rato… es bueno que no tengan nada que hacer. ¿En qué momento se les van a ocurrir cosas?

¿Cuándo van a pensar? Y esto es válido para todas las personas, de alguna forma u otra. Hay que tener tiempo en el que no estamos entretenidos.

Una idea clave es que el ocio debe ser activo. Activo en el sentido de que exige esfuerzo. Que genera o generará virtud. Y una virtud que va haciendo más falta a los niños -entre otras- es la paciencia. La cultura de la inmediatez está generando estragos porque fomenta la falta de control.

Cuando puedo tener lo que yo quiero cuando y como lo quiero, no nos estamos preparando para la vida.

Ocio activo es ver en la tele cosas que no solo nos hacen desconectar, sino que aumentan nuestro interés por algo. Algo que nos haga aprender, no solo pasar el tiempo. Y sobre esto, un apunte. Estamos acostumbrados a confiar en marcas. Preferimos unas a otras porque hay una serie de valores que compartimos con ellas y el producto que venden nos satisface. Sin embargo, cuando nuestros hijos consumen YouTube, por ejemplo, no hay marcas detrás. Sólo personas con sus ideas y el medio para transmitírselas a los niños.

Tiene que haber un límite. Un horario, cuando menos. Y en ese horario debe haber tiempo también en el que no debe haber nada. Donde las opciones sean salir al jardín o pintar. Tiempo libre. Un rato con opciones que fortalezcan hábitos que luego serán virtudes.

Entonces, aburrirse no es una cosa mala. Es una oportunidad de ir ejerciendo el tiempo como a uno se le dé la gana. Robert Rodríguez, el famoso director de cine mexicano, que reside en Estados Unidos, cuenta que empezó a contar historias, cuando con sus hermanos se quedaba sólo en casa. Eran inmigrantes en Texas y con 9 hermanos había que usar la imaginación. Y de eso, años después surgió una profesión en la que destaca. Claro, cabe mencionar que sus padres siempre fomentaron su creatividad y la apoyaron cuanto pudieron.

No les va a hacer daño inventarse algo qué hacer y no, tampoco les hará daño tener que esforzarse por hacer algo, aunque no quieran. Es nuestra responsabilidad como padres, abrirles el mundo, abriéndoles —primero— la cabeza.

Jesús Santos

Educador con amplia experiencia en la formación de padres de familia, docentes y alumnos. Especialista en personas. Intenta todos los días educar en libertad. Regio de origen. Actualmente dirige el North Hill Education System en el norte de la ciudad. Papá de 4, esposo de una para toda la vida.