Seguir el rastro de sangre

Dentro de unos días viviremos la Semana Santa. No te pido que envíes estas líneas a otros, sino que, con tu vida, invites a otros a vivirla

El otro día, en un viaje que hice a Monclova, sonó en mi cuenta de Spotify la canción Where is the love de Black Eyed Peas. Sonreí: ¡qué buena canción! Y de pronto me vino también a la mente la imagen de San Agustín, tal vez porque en ese día había leído un texto de una de sus homilías. Y por un momento me imaginé una conversación con él en torno a esta canción, si es que él hubiese vivido en nuestro tiempo. Sería algo más o menos así…

¡Hola! ¿Cómo estás? Permíteme presentarme, aunque quizá ya habrás oído hablar de mí. Me llamo Agustín y soy originario de un pueblo del norte de África llamado Tagaste; pero tal vez hayas escuchado el lugar que contempló mis últimos trotes en este mundo, Hipona… Bueno, está bien, la mayoría me conoce como san Agustín, aunque lo de “san” es sólo un decir. Te preguntarás entonces qué hago hablando contigo en pleno siglo XXI. Es muy sencillo.

El Señor conversaba conmigo un día en el cielo y me pidió que bajase al mundo para ver qué se me ocurría que podríamos hacer para salvar un mayor número de hombres. Y así lo hice. Tras varios días de recorrido por distintas ciudades y culturas, me di cuenta que ya poco podíamos hacer. Pero algo aún era posible: algo que Dios viene haciendo desde el inicio del cristianismo. Es más, déjame ver si tú puedes vivir la experiencia. ¿Me sigues?

En una de mis correrías escuché una canción que me resultó fascinante por su contenido, aunque el ritmo me haya parecido difícil de captar, sobre todo en sus estrofas (se ve que estoy pasado de moda…). La canción se titula “Where is the love?” y, según me refirieron, la canta un grupo que se hace llamar Black Eyed Peas (curioso nombre, por cierto)… Este grupo analizaba la situación mundial y se daba cuenta que sufríamos de una enfermedad terrible: el desamor: “¿Qué le pasa al mundo que parece que se vive como si nadie tuviese una madre?”, se preguntaban. Y en su estribillo lanzaban, anhelantes, una súplica a Dios: “Padre, ayúdanos. Envíanos una guía desde arriba, pues la gente no deja de preguntarme ¿dónde está el amor?”.

¿Me vas siguiendo? Pues bien, este primer punto de nuestra búsqueda termina en la pregunta que hace Black Eyed Peas tras el análisis clínico-social del género humano. Pregunta ésta que tanta gente se ha hecho a lo largo de la historia (yo mismo sufrí ese martilleo en mi conciencia hace siglos). ¿Cómo llega la respuesta? El final del videoclip nos adelanta algo: mirada hacia arriba…

No sé si recuerdas un pasaje de la Biblia en el cual unas serpientes misteriosas llegaron al campamento hebreo mordiendo y matando a muchos israelitas. Éstos acudieron a Moisés, a quien Dios le ordenó erigir una serpiente en un estandarte de tal manera que, cuando alguien fuera mordido por alguna real, tuvieran que levantar sus ojos y así lograr curarse (cf. Números 21, 4-9). ¿Empiezas a caer en la cuenta? Dios no quita las serpientes, sino que pone un remedio contra su veneno. Y ese remedio es una de ellas erigida en un pedestal.

Regresando a mis viajes iniciales, recuerdo que me metí en un cine para ver una película sobre la Pasión de Cristo, por curiosidad, y para ver qué pensaba este tal Mel Gibson. Tengo que reconocer que lloré como la Magdalena y me di cuenta que la mayoría a mi lado también lo hacía. Y es que, al ver a ese Hombre-Dios elevado en esa cruz y hecho una auténtica llaga por mí, no pude sino avergonzarme de mis miserias.

Creo que casi ni hace falta que te diga la respuesta a nuestro enigma, ¿no? El remedio a la enfermedad, la solución al problema está ahí crucificada por amor a ti y esperando que, al verle, esa picadura del desamor y del odio quede curada por sus llagas. “Where is the love?”, la pregunta cobra sentido ya. Tú mira a Cristo Crucificado y quédate seguro de que su Amor es capaz de llenar tus ánforas de felicidad. Sigue el rastro de sangre que viene del madero que lo sostiene. Culmina tú la canción de Black Eyed Peas gritando como ellos adelantaban: We only have one love.

Mi misión, y con ella esta conversación, termina ya. No he aportado nada nuevo, lo sé, pero el haber comentado esto contigo me hace sentir sereno. “Padre, ayúdanos y envía tu consejo desde arriba”, dice la canción. Y Dios nos envió a su Hijo: Camino, Verdad y Vida. Una vez más, como escribí hace muchos años, puedo decir que nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él. ¿Viviste la experiencia? Espero que sí. No te pido que envíes estas líneas a otros, sino que, con tu vida, invites a otros a vivirla. Tal vez así logren curarse de la picadura del desamor. Después de todo, lo único que debemos hacer es seguir el rastro de sangre…

Juan Antonio Ruiz

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo.