“El gran bouffe” (¿Qué comen los escritores?) ¾

En este mundo hay eso llamado comida, alimentos y ahora, esos alquimistas llamados chefs, pues entréguese al placer de comer bien, pues hay que comer y bien

Comer es de dioses, ayunar es flagelarse inútilmente. Imagino ayunar es mejor cuando se trae en la panza un buen café, un chocolate caliente o un té, con una buena dosis de pan o repostería. Usted coma y beba, beba y coma, ya luego habrá tiempo para arrepentirse. Si es que acaso se arrepiente. ¿Qué hay en la otra vida, si es que la hay? Vaya usted a saber estimado lector dominical, pero si en esta tierra, en este mundo hay eso llamado comida, alimentos y ahora, esos alquimistas llamados chefs, pues entréguese al placer de comer bien, pues hay que comer y bien. ¿Qué se puede morir usted o yo de tanto comer azúcar, el consumir alimentos con harto colesterol; por beber vinos, licores y un largo etcétera? Pues da igual si no los come, de todos modos se va a morir. Así de sencillo. Hay una mujer, no escritora, pero caray, como si lo fuese.

Es Reina, para mayores señas, de un país líder en el mundo, Inglaterra, es la Reina Isabel II, la cual tiene al parecer 91 años. Parte de su dieta es la siguiente: nada de arroz, pan, papa, pasta y otros alimentos con alto contenido de almidón, nada de eso. Lo que sí come y diario, es vegetales, pescado y faisán y tiene una dulce debilidad: el chocolate. Pero no cualquier chocolate, sino el amargo. Y claro, como buena inglesa, su ración diaria de té. Mucho tiempo se especuló o se dijo que la Reina era buena para consumir tragos o cocteles durante el día, lo cual nunca se ha confirmado o desmentido; es decir, es una leyenda urbana como tal. Si en la anterior columna vimos que Gabriel García Márquez, autor de los favoritos de Jesús Carranza, puso a un padre a levitar en su novela “Cien años de soledad” mediante la ingesta de chocolate caliente (espeso y sin respirar), al sacerdote Nicanor Reyna, en este mismo y señero texto que le valió el Premio Nobel de Literatura, el final de la novela es alucinante y es rico en matrimonio entre el sexo (amor) y gastronomía.

De hecho, no hay otro placer más acuciante que los dos anteriores: sexo y gastronomía. Así lo cuenta con su portentosa prosa casi bíblica, el gran Gabo: “Se entregaron a la idolatría de sus cuerpos, al descubrir que los tedios del amor tenían posibilidades inexploradas, mucho más ricas que las del deseo. Mientras él amasaba con claras de huevo los senos eréctiles de Amaranta Úrsula, o suavizaba con manteca de coco sus muslos elásticos y su vientre aduraznado, ella jugaba a las muñecas con la portentosa criatura de Aureliano… una noche se embadurnaron de pies a cabeza con melocotones en almíbar, se lamieron como perros y se amaron como locos en el piso del corredor, y fueron despertados por un torrente de hormigas carniceras que se disponían a devorarlos vivos.”

¡Ah con la imaginación, deseo y prosa poderosa de García Márquez en una matrimonio perfecto entre deseo y gastronomía! Por su parte, Ian Fleming, el escritor inglés que creó un personaje que por cierto, el personaje de novela y cine ya vino a México (James Bond), como éste, tenía como bebida favorita un “Gin Martini.” Pero amén de lo anterior, bebía diario y al menos, una botella de ¡ginebra! Y lo pongo entre signos de admiración, porque yo, malo para el trago no obstante mi mala fama, cuando he bebido la llamada “Bombay safire”, y a la cuarta copa, por lo general recuerdo que puedo hablar latín, griego y arameo y todas al mismo tiempo. Cosa de temerle a esta bebida, pero bueno, el gran Fleming la consumía diario. Mucho por contar y ya me acabé el espacio por hoy, pero ¿qué bebían o comían genios como Isaac Newton, Edgar Allan Poe, Lovecraft, William Faulkner…?

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.