¿Detectives o Gourmets? ½

Donde más se ha manifestado el matrimonio gastronómico entre literatura y comida, es en las novelas del género negro

Una de las cosas que siempre se le ha criticado a la narrativa mexicana es su poco gusto para ir a la tabla. En textos contemporáneos esto ha cambiado, pero no pocas veces eso llamado verosimilitud literaria (narrativa entretenida, historias que cuenta como bien lo hacen los anglosajones) se sacrificaba en aras de exploraciones semánticas, de lenguaje, dejando atrás la principal función o encomienda de un escritor: contar una historia. Entretener al lector, mantenerlo vivo y leyendo.

Claro, hay excepciones. Buenas excepciones como lo hemos explorado aquí en anteriores textos. Como fue el caso de una de las más hermosas y pulidas novelas cortas de la literatura latinoamericana, “Aura” de Carlos Fuentes. narrativa con una belleza y expresividad perfectas, a este texto no le sobran ni le faltan palabras. De tan corto e intenso, se lee de una sentada. Se disfruta para meses su lectura al recordarlo. Entre el sueño y la vigilia, entre la imagen y la realidad, transcurre el relato en una vieja casona del Centro Histórico del bello DF, específicamente en una calle agraciada como pocas, Donceles.

Para redactar y completar las memorias de un General tan fantasmal como sus protagonistas, un imberbe escritor es seducido por ¿una, dos? mujeres de dicha casona: una anciana y una musa, Aura, las cuales le darán de comer una y otra vez un platillo votivo… riñones hervidos. Apunta Fuentes: “Quisieras intervenir en la conversación doméstica preguntando por el criado que recogió ayer tus cosas pero al que nunca has visto, el que nunca sirve la mesa: lo preguntarías si, de repente, no te sorprendiera que Aura, hasta ese momento, no hubiese abierto la boca y comiese con esa fatalidad mecánica, como si esperara un impulso ajeno a ella para tomar la cuchara, el cuchillo, partir los riñones –sientes en la boca, otra vez, esa dieta de riñones, por lo visto la preferida de la casa…”

El genio de Fuentes en su máxima potencia. Pero, sin duda, donde más se ha manifestado la vena o matrimonio gastronómico entre literatura y comida, es en las novelas del género negro y/o policiaco. Y no en todas. Señalaba precisamente un esteta del tema, Manuel Vázquez Montalbán, que los personajes no pocas veces en la trama “comen mal y poco.” Marlowe, “una víctima de las hamburguesas.” Maigret buscaba la cocina de temporada en los bistrots de París… pero precisamente si hay un detective y gourmet a la vez, es precisamente Pepe Carvalho, detective marxista, ex agente de la CIA y claro, un gourmet aplicado.

La mítica Agatha Christie, creadora de Poirot, la cual lo mismo canonizó Hoteles alrededor del mundo que almuerzos, tiene un aforismo punzante: “En su estómago reinaba la paz. También en su mente.” Muy mexicanamente decimos nosotros la muletilla popular: panza llena, corazón contento. En uno de sus textos, Poirot busca no al asesino (eso lo hará luego, cuando tenga su estómago “tranquilidad”, vaya) sino el pan auténtico y perfecto: un “brioche” (pan esponjoso, un tanto salado que no llega a ser pastel). Así lo deletrea la narradora:

“Hércules Poirot se hallaba sentado frente a la mesa donde solía desayunarse. Tenía a la derecha una humeante taza de café de chocolate. Siempre había sido un hombre goloso. Para acompañar al chocolate disponía de un brioche… La pasta procedía de la cuarta tienda por él visitada…” ¿Lo notó? Cuatro tiendas para no ser engañado en sus gustos y apetencias a la tabla. Vamos iniciando con estos detectives y gourmets…

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.