El gran bouffe ¿Qué comen los escritores? 4/4

Nuestros alimentos diarios influyen notalmente y siempre, en lo que somos

¿Influye nuestra comida y bebida en lo que somos, en cómo nos formamos, en lo que pensamos? Definitivamente, sí. Dijo Brillant-Savarin, el considerado el primer gastrónomo de la historia de la humanidad: “La vida entera está gobernada por la gastronomía…” Lo anterior, usted lo sabe, en su portentoso libro, considerado “La biblia de la gastronomía”, “Fisiología del gusto.” Brillat-Savarin fue el primer humano sobre la tierra, abogado y político francés, pero sobre todo, gastrónomo, el cual sentó las bases de lo que ahora disfrutamos: los alimentos, cocciones y preparación convertidos en arte culinario, una auténtica ciencia que incluye hoy física, química, medicina, anatomía…

Entonces, claro que nuestros alimentos diarios influyen notalmente y siempre, en lo que somos. Más de una ocasión, William Faulkner espetó que “no podía escribir estando sobrio.” Caray, se respeta entonces su rutina de trabajo: se recetaba cotidianamente una botella de whisky, de preferencia, “Jack Daniels.” Ya luego, imagino para variar un poco, bebería un coctel llamado “Mint julep.” El padre de la poesía norteamericana, Walt Whitman, cuentan sus biógrafos, no varió casi en todo su vida su manera de despertar: café, harto café y donas. Al autor al cual no he leído, soy franco y sincero, Kurt Vonnegut, autor de dos célebres obras en su momento, “Matadero cinco” y “El desayuno de los campeones”, tomaba todos los días a las 5.30 de la tarde un vaso de whisky (del más barato, de preferencia) con agua. ¿Por qué lo hacía? Porque le ayudaba a “liberar la mente.” Una de mis escritoras favoritas (para desgracia de todos, se suicidó una mañana gris y fría en Londres, luego de dejar en la cama de sus dos hijos, su desayuno frugal), Sylvia Plath, era buena cocinera y le gustaba mucho también la repostería. Su receta más aclamada era un pastel de sopa de tomate.

Un buen escritor, John Steinbeck, la mayor parte de su vida viviendo en la costa o cercana a ella, se alimentó de mariscos y pescados frescos… hasta que inició sus viajes y presentaciones hacia el interior de los Estados Unidos. Entonces sólo comía –como un quejido lánguido hecho dieta– tostadas con café por las mañana y en la comida (al almuerzo, como le llaman los gringos), cualquier caldo con carne o habichuelas. Ya me acabé el espacio, pero volveré al tema. Lo cual es apasionante. Ser vegetariano es ¿bueno o malo? Si usted es vegetariano, lo respeto señor lector. Pero a mí no se me da. Ignoro a quién como científico, escritor, músico, esos llamados creadores, se les pueda dar o se les dio y así crearon la gran obra. A Isaac Newton en la historia y páginas web que todo lo cuentan sin fuentes ni citas serias de investigación, lo hacen pasar por vegetariano, si no es que de plano, un vegano. Nada de eso. Los buenos investigadores y textos al respecto dicen lo siguiente: el tipo era millonario y le pegaba a eso llamado “calidad de vida”: tenía carruaje propio y al menos, seis criados a su servicio. En una factura que éste le firmó a su carnicero de cabecera y para el consumo de una semana, se merendó el gran científico lo siguiente: un ganso, dos pavos, dos conejos y una gallina (“Newton”, libro de la autoría de Antonio J. Durán). ¿Y su manzana famosa? Una engañifa que el mitificó… 

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.