Carrie Bradshaw es la única que puede explicar la relación (de amor) con tu Mac

Por ‘Sex and the City’ han pasado miles de historias de amor, sexo y amistad, pero ninguna capaz de reunirlo todo en un cóctel tan perfecto como el preparado por Carrie ante su computadora Apple

La hemos visto (y oído) teclear frenética sus reflexiones sobre la vida en Nueva York y todo cuanto allí acontecía con motivo de su columna en The New York Star, centrándose –como bien indica el título de la serie y de su columna– en el amplio abanico de relaciones humanas existentes. Primero, con una Mac Powerbook G3; luego, y tras el episodio de Mi placa base y yo de la cuarta temporada, donde la vida útil de su portátil llega a su fin, con una Macbook Pro de los que (hoy) reposan sobre nuestro escritorio. 

Ese aparatito recogía semanalmente los recuerdos en construcción de una vida y ante esa minúscula pantalla conocimos las idas y venidas del personaje principal de Sex and the City y sus tres grandes almas gemelas: Miranda, Samantha y Charlotte. Era algo más que una mujer soltera y fabulosa (sin signo de interrogación) escribiendo sobre otras solteras y fabulosas de Manhattan; era una mujer dando voz a sus iguales, abordando temas que nadie quería abordar desde el punto de vista femenino y lanzando preguntas incómodas como fuego a discreción. Y todo, con humor, ironía y mucha moda. 

La Mac fue el camino más rápido para llegar al corazón de Bradshaw –”¿quién necesita un psicólogo cuando tiene una Mac?“, preguntaría ella–, ese que estaba reservado a Mr. Big desde el episodio uno y vetado a Aidan muchos capítulos después. Supimos de sus filias, fobias y manías gracias a él. Desde su adicción a las galletas con mermelada al tabaco fumado en braguitas y con camisetas de bandas de música, pasando por los muchos gestos que cruzaban por su rostro y la hacían ser quien era. Hablamos del ceño fruncido cuando el enfado o la incomprensión hacían acto de presencia, de morderse el labio inmersa en un estado de concentración absoluto o de juguetear con la lengua. 

 

 

La mayoría de veces sobre su escritorio lleno de revistas Vogue, otras tantas en la cama y en raras ocasiones en una cafetería cercana. Cualquier lugar era bueno para dejar que brotaran las palabras con la misma fluidez que hilaba sus pensamientos ante el bombardeo de estímulos neoyorquino, De hecho, muchas de las situaciones clave de la serie se han desarrollado en torno a la computadora Apple que Carrie poseía –la ruptura vía post-it, el punto de inflexión con Aidan, la marcha a París con “el ruso“– y al cual considera más un complemento –el mismo que redondeaba la portada de su libro con una chaqueta de esmoquin por vestido– que un simple ordenador. 

Era una plataforma para hacerse oír y contar su historia. Era un altavoz para la mujer moderna y sus necesidades en un mundo liderado por hombres. Era ella transcrita a palabras. ¿Y no es acaso la Mac, con permiso de los diamantes y los Manolos, el mejor amigo de la mujer del siglo XXI que Bradshaw perfiló? Pues eso.

 

 

 

Arículo publicado por Vogue.es

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