Seres de luz sofocada

Las celdas se iluminan en las noches y su luz se funde con el brillo de la luna

Hay quien señala que la tarea del escritor no se encuentra en la composición de sus letras, sino en el mensaje que se oculta detrás. Partiendo de que tenemos un lenguaje conocido, codificado y practicado por la humanidad, es la manera en que usted, estimado lector, puede leerme en este preciso momento y ha podido hacerlo con anterioridad. Sin embargo, yo espero que no sólo me lea, pues la superficialidad de las oraciones la puede descifrar la mayoría; lo que yo quiero pensar es que usted entiende el mensaje escrito con tinta invisible, ese que aquellos de “moral distraída” tienen miedo que se haga saber. Gran variedad de temáticas han sido abrazadas por este espacio de expresión esperando no sólo ser leídas, sino primordialmente interiorizadas, contemplando la responsabilidad que conlleva el hacerlo y hacerlo de la manera más adecuada.

Hoy, en este primer viernes de diciembre, quisiera escribir acerca de esos seres que a veces la sociedad olvida; esos seres de luz sofocada cuya esperanza por superarse existe, más pocas veces les es dada. Póngase cómodo, mi querido lector, que pretendo robarme su atención por un buen rato. Somos hijos de nuestra circunstancia, de nuestro entorno; y, aunque sabemos que la casualidad no es más que una mera palabra, a veces nos hemos encontrado en el lugar equivocado, en el momento inadecuado, haciendo algo indebido. Entonces sucede que el sistema no se detiene frente a nadie –o por lo menos eso queremos creer, aunque de vez en vez parezca lo contrario-, y esas personas que perturbaron la “justicia” son excluidas y exiliadas de la convivencia en el planeta para encerrarles en espacios de maltrato durante un periodo de tiempo establecido con afán de castigarles por lo sucedido, haciéndoles sentir que su derecho de “libertad” les ha sido arrebatado.

Queriendo como siempre resolver violencia con violencia y tomar venganza ante quien hizo algún daño, estos individuos –que, primero que todo, son personas como usted y como yo- son poco a poco olvidados y aislados de un mundo que también les pertenece por cometer una falta provocada por un desajuste del pasado, arrebatándoles la oportunidad que todos, invariablemente, tenemos segundo a segundo de volver a comenzar. Siendo todos seres de luz, a estos en específico se les encapsula cual fuego sofocado, creyéndose que no brillarán nunca más. Y las celdas se iluminan en las noches y su luz se funde con el brillo de la luna, fiel compañera. Cuando a uno se le es retirada la posibilidad de hacer las cosas de manera distinta, nunca existirá un progreso; es así como estos seres de luz ocultan su llama, pues se han creído la idea de ser ajenos a su propia raza humana.

Sin embargo, cuando uno deja de lado todos los estándares y preceptos y se sumerge en esa realidad, tal como la tinta invisible de la que hice mención en principio, uno puede ver su brillo, sus ganas, su esperanza de salir adelante y de tomar decisiones que sean de beneficio y no de prejuicio; cuando uno les regala amor y confianza, ambas necesarias en la vida, no hay manera de que su luz no brille con toda la intensidad. Que sepan esos seres de luz sofocada que habitan las cárceles y reclusorios: ustedes no son sus delitos, sus malas decisiones ni lo que la gente pueda decir por miedo a las segundas oportunidades. Que sepan que está en ustedes la posibilidad de mejorar. Que sepan que no serán olvidados y, a partir de ahora, inmortales en este texto. Que sepan que pueden comenzar desde cero; que una joven desconocida de 20 años deposita en ustedes la ferviente creencia de que el amor, el respeto y el diálogo son suficientes para crear un mundo mejor. Que nunca muera su esperanza, que nadie sofoque su luz natural de humanidad.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.